En este post, vamos a ver los criterios que Warren Buffett utiliza para seleccionar las empresas en las que decide invertir. Lo haremos a través de las propias palabras del «Oráculo de Omaha», en las enseñanzas que nos deja en la carta para los accionistas de Berkshire Hathaway de 1977.
Este post es el primero de una serie, en la que recorremos los valiosos fragmentos de sabiduría, esparcidos a lo largo de las distintas cartas a los accionistas de Berkshire Hathaway. La serie nace con el objetivo de condensar esas enseñanzas en un formato, que se pueda leer en 5-10 minutos.

Criterios de Warren Buffett
Esta enseñanza es una pequeña porción extraída de la carta a los accionistas de Berkshire Hathaway de 1977. Animo a cualquiera que desee obtener más información a que consulte dicha carta. Sin más preámbulos, pasemos al primer criterio.
«Buscamos empresas que podamos entender»

Woah, con tan pocas palabras, Warren Buffett nos transmite un concepto clave para invertir: la importancia de conocer y comprender en qué estamos invirtiendo.
Este conocimiento es esencial, ya que nos permite decidir por nosotros mismos si queremos invertir en una empresa. Sin el, nuestras decisiones estarían influenciadas por factores externos, como que un gestor que respetamos la tenga en su fondo, alguien nos sugiera comprarla, o simplemente porque ha tenido un buen rendimiento recientemente
Cuando tomamos la decisión de invertir en la empresa ‘z’, sabemos qué aspectos son relevantes para ella y cuáles no, lo que nos permite aislarnos del ruido mediático. Además, entendemos el valor real de esa empresa, independientemente de lo que diga el mercado.
¡Todo esto es fundamental! Porque todas las empresas atravesarán momentos difíciles. Solo con el conocimiento y la seguridad que este nos proporciona seremos capaces de, primero, reconocer la situación real de la empresa en esos momentos complicados y, segundo, valorarla de forma objetiva, sin dejarnos llevar por lo que diga el mercado.
Si no comprendemos las empresas en las que invertimos, es probable que, al ver rentabilidades negativas o noticias alarmantes sobre ellas (o ambas cosas), entremos en pánico. Esto genera dos características comunes en los inversores que no logran sus objetivos a largo plazo: desconocimiento y miedo.»
«Tengan perspectivas favorables a largo plazo»

Este segundo criterio nos recuerda que no debemos centrarnos únicamente en el presente y el pasado de una empresa, sino que debemos proyectarnos hacia su futuro.
¿Su negocio seguirá siendo necesario en el futuro? ¿Por qué?
¿Qué planes tiene la empresa para el futuro? ¿Cómo se espera que crezca?
¿Cuál será su situación financiera? ¿Tendrá flexibilidad o, por el contrario, estará limitada por la deuda?
¿Será capaz de hacerlo mejor que sus competidores? ¿Cuenta con barreras de entrada? ¿Podrá mantenerlas?
Estas son algunas de las preguntas que debemos plantearnos al analizar una empresa. Porque, ya sea una buena o mala inversión, el tiempo pone a cada uno en su lugar, y las empresas no serán la excepción.
«Estén dirigidas por personas honestas y competentes»
Todos hemos tenido compañeros de trabajo o socios que no solo han complicado lo fácil, sino que han envenenado tanto la situación que han terminado por arruinar un proyecto que nos ilusionaba. Así como también hemos tenido personas sin las cuales sacar ese trabajo, programa, empresa o plan adelante no habría sido posible. De los primeros sobran, y es precisamente de los segundos, que escasean, de los que debemos rodearnos.
Si bien no contamos con la capacidad de Warren Buffett para conocer al CEO y a la junta directiva en persona, dentro de nuestras posibilidades debemos investigar y conocer todo lo que podamos sobre ellos. Solo así podremos responder a la gran pregunta: ¿Son personas con las que queremos hacer negocios? Ese es, y no otro, nuestro objetivo.
«Estén disponibles a un precio atractivo»
Este último criterio es el resultado de haber seguido los anteriores. Gracias a ello, podremos asignar un valor a la empresa. Una vez hecho esto, solo nos quedará compararlo con el valor que el mercado le otorga, para determinar si está cara, barata o a su precio justo.
¡Ojo! La inversión, a diferencia de las matemáticas, no es una ciencia exacta. Por ello no es posible llegar a una valoración que sea «correcta», como si de resolver un problema de matemáticas se tratara.
Lo que sí es posible, es realizar una valoración propia de la empresa e invertir en ella, cuando sea una oportunidad atractiva.